Por Henrik Hernandez
En Afganistán, sucede lo que tenía que suceder. Los EE. UU. y los estados cipayos de la OTAN y la OEA y otros más, que se lanzaron a la aventura militar, han sido derrotados. Durante, unos 20
años de ocupación, nunca pudieron ni pacificar a Afganistán, ni derrotar al Talibán. De nada valió el poderio imperial militar y tecnologico de EE. UU. y sus aliados. Fueron
derrotados.
Más que retirada, la salida de las tropas norteamericanas, nos recuerda a Vietnam. Los efectivos yanquis abandonaron sus bases en medio de la noche, sorpresivamente y ni siquiera
hubo comunicación previa sobre la retirada, ni entrega de las instalaciones a las autoridades oficiales afganas.
El Talibán lanzó una ofensiva y tomado bajo control, prácticamente de todo el territorio nacional y las fronteras estatales. La estampida norteamericana, dejo tras de sí, miles de armas,
municiones y técnica de combate, que han caído en manos del Talibán. La fuerzas gubernamentales, preparadas y entrenadas por EE. UU. casi no han ofrecido resistencia. En unos casos se retiraron
sin combatir o se integraron al Talibán.
Se cree, que el abandono del material bélico, fue una acción deliberada de EE. UU., para que el Talibán se fortaleciera, ello unido a al traslado de combatientes de DAESH (ISIS) a Afganistán
desde Siria, antes de las tropas norteamericanas abandonaran el país, con el fin de crear un foco de tensión a Rusia y China.
El Talibán ha prometido no atacar a los países del Asia central, ex-repúblicas soviéticas – Turkmenistán, Uzbekistán, Tadzhiquistan y Kirguistán que se preparan para la guerra y Rusia el
ODKB han coordinado sus acciones, para apoyar a sus aliados.
Hoy la noticia ha corrido, pero no ha alcanzado al mundo occidental. El Presidente Afgano, entrega a Kabul, sin combatir y el poder al Talibán, para que forme gobierno.
Rusia, declara, que está lista para actuar contra el Talibán, en caso de que ataque a sus aliados.
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